Es martes en la planta de faenamiento La Esperanza, de Tisaleo, en Tungurahua. Un grupo de personas sacrifica a 250 cuyes para entregarlos a la empresa exportadora, que los enviará a EE.UU. empacados al vacío. A este sitio llegó Luis Pico, de la parroquia Alobamba, para entregar 10 cuyes de unos 1 600 gramos cada uno, a un valor unitario de USD 8.
Según Pico, en la pandemia los clientes compraron los cuyes en su casa. Estos ingresos permitieron solventar los gastos de su finca y pagar las deudas con cooperativas.
Al igual que Pico, al menos 710 000 familias en el país se dedican a la crianza del cuy, con una producción anual de 47 millones de crías para la venta y consumo familiar, según registra el Instituto Nacional Autónomo de Investigaciones Agropecuarias.
En la proyección realizada en 2016 por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), con base en el Censo Agropecuario de 2011, Azuay era la provincia con mayor producción de este animal, con 1 661 998 ejemplares anuales.
Tungurahua ocupa el segundo lugar en la producción de cuyes con 1 400 000, seguida de Chimborazo con 1 100 000, según la Prefectura de Tungurahua. Su comercialización después de la emergencia por el covid-19 ayudó a la reactivación de los pequeños productores de las dos provincias.
Pese a este gran volumen de producción, de forma global persiste un manejo casero de esta actividad económica. “La alta informalidad en la crianza del cuy está vinculada a la intensa actividad doméstica de familias rurales y marginadas”. Esta es una de las conclusiones a las que llegó el estudio ‘Desarrollo del conocimiento en Cavia porcellus (cuyes)’, publicado en 2021 por la Escuela Superior Politécnica de Chimborazo. Así, el Ministerio de Agricultura no tiene cifras oficiales y actualizadas sobre la producción de este animal.
Una gran ayuda económica
Los alrededores de la casa de Hilda Guevara, situada en el barrio Tres Juanes, del caserío Yanahurco del cantón Mocha, en Tungurahua, es un ejemplo de esta reactivación. El sitio está cubierto de pequeñas construcciones, en donde crecen 3 000 cuyes. Este es el patrimonio de la mujer, que se inició en esta actividad en el año 2007. Con la comercialización de una parte de los animales cubre los gastos de su hogar o cualquier emergencia económica.
Cuenta que desde marzo y hasta octubre de 2020 no vendieron los animales y sus criaderos se llenaron, pero las ventas subieron en noviembre pasado, debido a que la gente comenzó a comprar cuy para supuestamente sanarse del covid-19. Eso mejoró los ingresos económicos de las familias, de entre USD 150 y 200 mensuales.
Algo similar ocurrió con sus vecinas, que son parte de la Asociación de Mujeres 12 de Julio y de la que Guevara es la presidenta. Estas emprendedoras ahora venden en la feria del cantón Cevallos entre 150 y 200 cuyes a la semana, sin embargo, los intermediarios imponen los precios. Un ejemplar de 1 200 gramos, que cuesta USD 6, lo compran en USD 4. De este modo, ellos ganan USD 2 tan solo por exhibir el producto.
Un escenario muy parecido vive quienes se dedican a la venta del animal en Riobamba. Allí, la Asociación El Limonar, de la parroquia Cubijíes, trabaja en la crianza de estos animales. Está integrada por 10 familias que tienen más de 3 000 cuyes en reproducción.
Sus integrantes comercializan de acuerdo con las necesidades económicas que tiene cada hogar de las socias. El grupo vende semanalmente 800 cuyes en las ferias o los entregan a comerciantes. Para ellas, las pérdidas que sufren con los intermediaros también es un desafío que no logran superar.
Venta local y de exportación
Solo en Tungurahua, al menos 1 400 000 ejemplares crecen en galpones grandes, medianos y pequeños, de acuerdo con un informe técnico de la Cadena del Cuy del Consejo Provincial de la provincia. Mensualmente se venden cerca de 110 000 animales en pie de cría, de descarte, faenados y empacados al vacío. Los principales mercados de consumo son Azuay, Pichincha, Imbabura y Bolívar. También se exporta a través de terceros a Estados Unidos.
José Carrillo, técnico del Cuy de la Prefectura, explica que en esta localidad hay más de 1 200 productores. El trabajo de los técnicos consiste en capacitarlos en el manejo de la granja, sanidad, crianza, detección y cura de enfermedades y más. Desde enero de 2021 hasta hoy, al menos 120 productores han recibido capacitación.
Gladys Garcés, técnica de la Planta de Faenamiento La Esperanza, es la encargada de pesar a cada uno de los ejemplares que llevan los criadores. Por ejemplo Silvia Tacuri, del barrio La Florida de Tisaleo (Tungurahua), entregó 30 cuyes a este lugar a inicios de esa semana.
“Tenemos un mercado asegurado porque entregamos cada semana más de 300 cuyes a restaurantes de Ambato, Quito, Cuenca y otras ciudades. Es un ingreso importante en la economía de la familia”, cuenta Tacuri. En estos lugares, un ejemplar preparado al carbón puede llegar a costar entre USD 16 y 25, dependiendo del tamaño y de los acompañantes.